El Adiestramiento
Hay que advertir que el mejor o peor adiestramiento siempre depende de dos factores esenciales, aparte de los secundarios:
-El factor periquito
-La habilidad del enseñante
La elección del periquito -La habilidad del enseñante
En teoría será más sencillo amaestrar un periquito joven pues en principio suelen ser más dóciles, también que sea de carácter alegre y juguetón, es decir, mejor si es un periquito amigable y no muy arisco, pues esto evidentemente hará que nos cueste mucho más ganarnos su confianza, si es que lo conseguimos algún día.
Seguro que en algunas tiendas de animales habéis visto que venden periquitos "amaestrados", en realidad lo único que han hecho es cortarles ciertas plumas para que no puedan volar y así podamos tenerlos en las manos sin que salgan volando. En mi opinión es como si a cualquier otro animal le cortaramos algún miembro de su cuerpo como las patas para evitar que salga corriendo. Ese sistema es prácticamente mutilar al ave.
Amaestrando
Si acabamos de adquirir a un periquito lo normal es que durante unos días el ave esté nervioso ante su nuevo hogar o que esté apagado sin moverse ni cantar. Esto es normal porque se está adaptando al cambio que ha sufrido.
Una vez se ha adaptado o bien ya tenemos un periquito ya habituado podemos empezar a intentar ganarnos su confianza. Por naturaleza siempre nos van a tener miedo y pensarán que intentamos hacerles daño cuando a lo mejor sólo estamos cerca de la jaula para ponerles comida.
Lo ideal sería colocar la jaula en un lugar frecuentado de la casa para que poco a poco se vaya acostumbrando a la presencia humana. Hemos de procurar intentar no asustarlo con movimientos bruscos o al cambiarles la comida, hacerlo todo lo más tranquilamente posible. Si le hablamos hacerlo con un tono de voz suave.
Aquí podemos ver un periquito amaestrado que hace vida fuera de su jaula y en el hombro de su adiestrador.
Una vez lo tenemos habituado al hogar hemos de ganarnos su confianza, al principio no es recomendable meter la mano en la jaula porque se asustará. Primero que se acostumbre a nuestra presencia y luego ya a nuestra mano.
Conseguir que se suba a nuestro dedo se puede hacer ofreciéndoles alguna golosina que les guste (panizo, lechuga...), y día tras día hacer que cada vez se acerque más a nuestra mano hasta que le pierda el miedo y se suba en ella. También podemos ayudarle un poco poniendo uno de nuestros dedos en su vientre a la vez que le ofrecemos la golosina, presionando levemente podemos conseguir que se suba a nuestro dedo. Claro que esto es válido cuando ya se ha hecho "amigo" de nuestros dedos. Quiero dejar claro que este método no consiste en dejar al periquito sin comida para obligarlo a comer de nuestra mano, el ave siempre tiene que tener su mezcla de semillas habitual a su disposición.
Todo esto requiere paciencia y paciencia y tiempo, algunos periquitos requerirán más tiempo y otros menos. Una vez amansado, comiendo de nuestra mano, no asustándose y acudiendo a nuestra llamada, podemos intentar enseñarle alguna habilidad.
Los paseos fuera de la jaula
Hemos conseguido que ya tenga cierta confianza con nosotros y posiblemente queramos sacarlo de la jaula para que esté con nosotros.
Al principio lo más normal es que salga volando chocando contra muebles o paredes, con lo que es muy recomendable que la habitación donde lo tenemos suelto tenga las ventanas cerradas y no haya peligros para el periquito como aristas puntiagudas, estufas o cualquier otra cosa donde pueda ir a parar el periquito en su loco batir de alas.
Es muy recomendable que sea él quien salga de la jaula y no nosotros quienes lo saquemos quizás a la fuerza. En principio este paso ya lo tendríamos dado, pues lo tenemos acostumbrado a nuestra mano y se sube a nuestro dedo, podemos ofrecerle la golosina en la puerta de la jaula, evidentemente abierta, para que se acerque y salga. Si no quiere salir es mejor dejarlo.
Periquito fuera de su jaula y en la mano de su adiestrador.
Poco a poco haremos que los paseos fuera de la jaula sean más agradables para él y para nosotros. Todo es cuestión de paciencia. Cuando ya lo tenemos acostumbrado a salir podemos enseñarle a que acuda a nuestra llamada enseñándole su golosina favorita a la vez que lo llamamos, siempre en tono suave.
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